Disclaimer

El plagio de lo aquí escrito está prohibido expresamente por respeto a las autoras.

Los hechos, personajes y situaciones que se presentan en esta historia son producto de la imaginación de sus autoras, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.


''STEREOSEXUAL''


Disfruten.

Saturday, July 25, 2009

VIII - Santos

Días mas días menos en mi habitación. Decidí que no lo haría más, así que le haría la vida a cuadritos a Ember. Estaba con sus santos como todas las tardes y pase por su lado derrumbando cuanta cosa hubiera a mi paso. No me importó en lo mas mínimo que mi madre comenzara a sollozar.

Le mire a los ojos con malicia en ellos
- ¿Como puedes adorar a estas cosas? ¿De que te sirven ahora cuando te ha dejado tu marido y tu vida se desmorona?.-

Ember mi miró atónita.
- No me hables así Eleonora!.-

Mi madre comenzaba a hacer una rabieta frente a mi. Sus ojos, cristalinos y almendrados, comenzaban a marcar aquellas venas color violeta.

- ¡Te hablare como quiera! Ya no tienes la potestad de decirme qué haré ó qué no.-

Puse mi pie sobre la cabeza de San Patricio y la aplasté causando un estallido de las muchas partes de cerámica que se disparaban por el piso de la sala.

- ¡Eleonora! te has vuelto loca, tu lo que necesitas es terapia. ¡Laura!.-
Mi madre miraba el suelo con la boca abierta del asombro, caminaba por encima de los restos de sus santos.

- ¿Para qué llamas a la gorda deforme?.- comenzé a reir.

Mi hermana entro a la sala con su violín en las manos. Algo cansada, dejó el violín por ahí, y se acercó a Ember, evitando pisar la cerámica.

- ¿Que pasa madre?.-
- ¿Podrías por favor recoger mis santos?.-
-Ehm.. claro.-

Antes de que Laura se acercara siquiera un poco a los santos, aplasté con mis pies a todos los que tenía a mi alcance.

Con una tenebrosa risa, salí de la habitación, dirigiendome a a la mía.

- Esta es la última vez que me verán.-

Recogí las cosas más esenciales - incluyendo mi viejo stéreo - y lo metí todo en una mochila para después lanzarla por la ventana hacia el nevado jardín.

Bajé las escaleras con las manos en los bolsillos de mi suéter, con la mirada aún emitiendo cierta malicia.

- ¿A Donde crees que vas?

- ¿yo? a comprar leche, como tu tienes taaantos problemas, haz dejado que se acabe.-

Salí de la casa mientras tomaba mi mochila que yacía en la nieve. Me la guindé en los hombros y emprendí mi camino por la calle. Caminé unas casas mas lejos, cuando por última vez, miré atrás. Donde mi casa y la de la vecina. Desde su ventana mi vecina me veía. Ella sería lo único que podría extrañar de aquel feo lugar. Pero ahora solo había uno a donde podía ir y ser bien recibida

Iría a la capital: Helsinki. Donde había ocho veces más población que donde Rovaniemi y las luces de la ciudad resplandecían en las noches. Solo los santos de mi madre sabrían que me sucedería después.

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